Devoción «emperrada»
A Maggie no le gusta mucho la televisión. Prefiere mirar hacia fuera por la ventana en vez de tener la vista fija en una pequeña pantalla. La lectura tampoco la entusiasma mucho. Se la ha conocido por «masticar» libros, pero sólo en el estricto sentido literal. No obstante, cuando Jay o yo leemos o miramos televisión, ella participa. Aunque no disfruta lo que hacemos, le encanta estar con nosotros. Maggie es nuestra profundamente devota perra. Más que cualquier otra cosa (bueno, lo único que hace), ella quiere estar con nosotros.
Sabemos qué está mal
Echa un vistazo a cualquier periódico y los títulos te dirán qué está pasando en el mundo. Mira televisión, escucha la radio, habla con amigos, y te sobrarán opiniones en cuanto qué anda mal en el planeta Tierra. Esto se debe a que es fácil señalar lo malo.
Laguna jurídica
La pequeña Yanina, de cinco años, no estaba empezando bien el día. Todos sus intentos por acomodar el mundo a sus gustos tenían resultados negativos. Discutir no servía; hacer pucheros tampoco; llorar menos. Finalmente, su mamá le recordó el versículo bíblico que la niña había estado aprendiendo: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti» (Salmo 119:11).
Cerca y lejos
Todo estaba tranquilo en nuestro jardín. Mientras yo trabajaba sobre la mesa del patio, nuestra perra Maggie yacía junto al césped. Un leve remolino de hojas secas cambió la situación. Maggie se levantó y, en un instante, daba vueltas alrededor de un árbol donde una ardilla se aferraba con firmeza al tronco.
Rutina rutinaria
El verano es mi estación favorita. Me encantan los días tranquilos cuando puedo dejar de lado algunas de mis rutinas sin sentirme culpable. Hacer cosas nuevas, visitar lugares desconocidos y darme tiempo para recorrer «circuitos turísticos» me renuevan el espíritu y me dan más entusiasmo para vivir y para trabajar.
Ahora no es siempre
«Piensa en lo bien que te vas a sentir cuando deje de doler», decía mi padre. Cuando era niña, solía recibir este consejo de mi papá; en general, después de algún golpecito o raspón sin importancia que desencadenaba una exorbitante reacción dramática de mi parte. En aquella época, el consejo no me servía, porque en lo único que podía pensar era en mi dolor, ante el cual, la única reacción apropiada eran gemidos a toda voz acompañados de baldes de lágrimas.
Con la mirada fija
Una y otra vez, mi instructor para aprender a conducir decía estas tres palabras: «Mira al frente». Esta era su manera de decirme que fijara la vista en el horizonte, no sólo en lo que me rodeaba a poca distancia. Los conductores que se la pasan mirando hacia la derecha o la izquierda es muy probable que terminen en una zanja.
Esperanza
El antiguo camino de Jerusalén a Jericó es un sendero angosto y peligroso que pasa por un profundo desfiladero en el desierto de Judea. Se llama Wadi Kelt, pero se conoce como el valle de la sombra, ya que fue el sitio que inspiró a David para escribir el Salmo 23. El lugar en sí no ofrece una gran motivación como para componer un poema tan esperanzador. El panorama es inhóspito, árido y peligrosamente empinado. Es bueno para los ladrones, pero para nadie más.
Cuidado con tus deseos
A veces me pregunto por qué Dios no enumeró los Diez Mandamientos en el orden inverso, ya que el décimo se relaciona con el primer pecado: el deseo. El pecado de Eva no fue simplemente desear una fruta, sino querer tener el conocimiento que Satanás le dijo que la haría semejante a Dios (Génesis 3:5). Su codicia la llevó a violar el primero y el décimo mandamiento que Dios posteriormente le dio a Moisés.
Zarzas y ranúnculos
Los ranúnculos al fondo de nuestra casa estaban inusualmente radiantes y hermosos debido a la abundante lluvia primaveral que Dios envió a nuestra región. Quería tomarles unas fotografías antes de que se marchitaran, pero se me hacía difícil acercarme porque estaban creciendo en un terreno muy húmedo. Una soleada tarde me puse un par de botas, y caminé con dificultad entre la maleza hacia la ciénaga donde estaban. Antes de conseguir las fotos, me embarré los pies, me raspé por todos lados y me picaron varios insectos. Pero el poder ver los ranúnculos hizo que mi momentánea incomodidad valiera la pena.